miércoles, 4 de diciembre de 2013

Nuestra querida primera moto

Algo común a todos los que nos gusta “ir en moto”, es la interminable lista de motos que han pasado por nuestras manos. Es algo matemático, no falla. La lista se extiende en relación directa con el número de años de carnet. Y si el sujeto no tuvo ni que hacer el examen específico de moto, estamos hablando de una lista de amantes digna del Julio Iglesias del motociclismo.


La fidelidad del motero brilla por su ausencia, a los dos años de comprarla empezaremos a poner excusas, a entrar en ciertas páginas de internet (que todos conocemos...) y a deleitar nuestros ojos con esas curvas, con esa trasera, tan voluptuosa... la fruta prohibida. La nueva CBR ha salido y hay que catarla, por no hablar de la Ducati... pufff, eso si es potencia. ¡Tiene hasta los intermitentes integrados en los retrovisores! qué modernidad. ¡Tiene además diferentes mapas de potencia!, no sé ni para qué sirve, pero mola.

Dicho esto, en el mundo motero hay verdades indiscutibles:

1º Los dos tiempos eran mejores que los cuatro tiempos.

2º Da igual que tengas ropa de agua, siempre pensarás que son 4 gotas y te acabarás mojando.

3ª La mejor moto de todas las que has tenido SIEMPRE será la primera.


Honda MBX "La Churri" la primera moto de muchos. (foto cortesía de www.hondambx.com)

Los moteros “de verdad” son seguramente las personas más nostálgicas del mundo. Siempre que les preguntas por su primera moto los ojos les apuntan al cielo, tuercen la cabeza a un lado y hacia atrás, y abren la boca esbozando una media sonrisa.

Foto cortesía de www.hondambx.com
En mi caso, mi primera moto fue una Cagiva Mito 125 de dos tiempos, roja, con llantas negras y pegatinas de Shell Oil al más puro estilo Ferrari. Era una 916 en pequeñito, la moto más bonita de la historia. Un diseño que nunca pasará de moda. Esto me hace recordar una historia: 

Mi hermano arquitecto una vez me preguntó:

-¿Qué te parece este edificio?.

-Moderno –dije yo.

Él se rió y me contestó: – Es el Pabellón de Barcelona, construido en 1929 por Mies van der Rohe. – Eso es lo que define a un buen arquitecto, se adelanta a su tiempo.



Eso mismo ocurre con la Cagiva Mito, una moto con casi 20 años con un diseño bastante actual.



Con 31 cv me parecía lo más rápido del mundo. Recuerdo su petardeo agudo y su motor arrítmico a bajas vueltas, como si los 50 km/h fueran una velocidad insultante para él. No se molestaba en entregar potencia ni esforzarse a esas velocidades, despreciaba el ritmo legal y la conducta cívica. Estaba diseñado para acelerar y acelerar.

Recuerdo tener que picar embrague para salir de las rotondas. Calentarla subiéndola de vueltas durante un rato antes de iniciar la marcha. Estar día sí y día también mirando y rellenando aceite. Llevándola a revisión cada dos mil kilómetros. Arrancarla a empujón porque se le iba la batería. Tener que parar “un rato” en la acera porque se calentaba en ciudad (como buena moto “de carreras” no tenía ventiladores). La postura era HORRIBLE, pude escuchar a mis muñecas celebrándolo el día que la vendí.

Pero todo se compensaba cuando acelerabas y su motor de pronto cobraba vida. La barrera estaba en las ocho mil revoluciones,  como si de una orquesta se tratase, el motor dejaba de afinar y empezaba a recitar. Todos los ruidos y sonidos del motor se sincronizaban en una sinfonía que iba in crescendo hasta límites insospechados, nueve  mil, diez mil, once mil…



Algunos decían que corría “algo más de 180”, personalmente no lo creo, bajando de la universidad por la Carretera de Colmenar la llegaba a poner a 180 “de marcador”, más agachado que Jacque cuando ganó un mundial a Nakano entrando en meta en Phillip Island, fundiéndome con el depósito y pillando rebufos. Eso sí, corría más que la Aprilia RS 125 (aunque sea mentira y fueran igual, no me importa, ¡corría más y punto!).



En fin, creo que he dejado claro que de todas las motos que he tenido estos años, la niña de mis ojos siempre fue y será mi Cagiva.

Las sensaciones que experimentas en tu primera vez, ese escalofrío, el nudo en el estómago, el temor mezclado con la adrenalina... eso no se olvida nunca. El primer acelerón con una moto siempre es inolvidable y eso se lo debemos a pequeñas motos de 75, 80 o 125 c.c. Motos con un gran corazón que lo dieron todo para que disfrutáramos nuestros mejores años de adolescencia. Nos ayudaron a presumir y a tener libertad, pero aún así la mayoría se quedó por el camino. En la próxima ronda brindaremos a su salud.



En tu caso, ¿tu primera moto también es la más añorada?.

Agradecimientos a www.hondambx.com

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